02 Jun
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Boston, 9 de enero de 2007. 09:45h AM.

Steve Jobs muestra por primera vez al mundo el iPhone, un dispositivo que llegaba con la intención de cambiarlo todo.

Dieciséis minutos más tarde, a las 10:01h AM de ese día, la publicidad tal y como la conocíamos empieza a morir. Ese es el momento exacto en el que el dedo índice de Jobs se desliza por la pantalla táctil del iPhone por primera vez y hace mover hacia arriba su lista de artistas favoritos de forma absolutamente mágica. Ese scroll dinámico, que respondía a la voluntad del dedo, hacía pasar líneas y líneas de texto a la velocidad del rayo. Y frenaba por si solo de forma suave y elegante.

En ese momento, nació una nueva forma para el consumidor de relacionarse con la información. Y con ella, una poderosa forma de hacer desaparecer de la vista lo que no interesa.

Hoy, cual explorador que, machete en mano, se abre camino por la selva impenetrable, el usuario desliza tantas veces como necesita su pulgar por la pantalla de su dispositivo buscando algo que lo enganche unos segundos. Algo que llame su atención y que se gane el derecho a entretenerlo durante un breve lapso de tiempo.

Instagram, Facebook, Twitter, Pinterest, Tumblr,... redes sociales que se navegan con un sólo dedo, y cuyo contenido es víctima de la caprichosa voluntad de millones de usuarios.

Los contenidos publicitarios, los que las marcas pagan por poder publicar en las redes, lo tienen más difícil que nunca para llamar la atención de sus clientes potenciales. Por un lado, se les ha privado del sonido, uno de los sentidos más evocadores y más directamente conectados con el cerebro y con nuestros recuerdos y sensaciones. Y por el otro, ya no se admite un mensaje publicitario que empiece con un par de planos que no sean dignos de enmarcar. El golpe de pulgar lo envía todo lejos de nuestra vista, del mismo modo en el que lo propuso Jobs hace diez años.

Cuanto más entendemos el comportamiento del usuario, más se sofistican las técnicas de cacería de la atención, y así, hoy somos capaces de listar los mínimos indispensables que un contenido debe tener en los 3 primeros segundos de su existencia para no convertirnos en una víctima más del dichoso scroll.

Para mi el gran aprendizaje de todo esto es que el consumidor está en modo derribo contra la publicidad. Se sabe el ganador y se ensaña con ella. Ya no hay tiempo que perder, ya no hay segundos que dedicar a nadie. Y por eso es más importante que nunca que los anunciantes entiendan que la solución pasa por alejarse de los formatos que molestan, que interrumpen, por alejarse de la publicidad. Una disciplina tocada de muerte y que a nadie importaría que dejara de existir.