27 Apr
27Apr

Cada vez que veo una imagen de algún animal marino enredadoen plástico se me encoge el corazón. Son imágenes que encierran tal calibre de maldad que todo el mundo desarrollado se ha conjurado para declararle la guerra al plástico, esa sustancia abominable que surge de las entrañas de la tierra y del infecto (y maldito también) petróleo.

Se han creado miles de ONGs para limpiar las playas, para rescatar tortugas, para acorralar islas gigantes de residuos. Y también en nuestro día a día hemos incorporado cambios drásticos para reducir, reciclar y reutilizar.

Por su parte, las marcas, los medios de comunicación y los famosos de Hollywood han encontrado en esta problemática un filón que no deja de crecer. En los últimos 10 años se ha hablado más que nunca del plástico, tema que ha generado expertos, StartUps, movimientos sociales y artísticos, y nuevos productos que sustituyen algunos usos cotidianos.

La pregunta que me hago hoy es: ....¿realmente sabemos todo lo que hay que saber acerca de la problemática del plástico?

La sensación de "...Oh wait" me pasa siempre que me veo totalmente alineado con la corriente de pensamiento imperante en algún tema. Me visualizo a mi mismo como una cabecita más dentro de una masa irracional que se mueve por mimetismo con el de al lado. Y me incomoda. Así que he decidido urgar.

Y urgando, urgando (que es como al final acabas descubriendo cosas por ti mismo) he dado con datos. Montones de datos.

Unos confirman la alarmante situación que los océanos viven por culpa de la incontrolada llegada de tantas toneladas diarias de residuos plásticos. Ahí hago las paces con mi consciencia. No estamos hablando de un par de tortugas, el tema es realmente trágico.

Por otro lado encuentro datos que tienen que ver con la procedencia del plástico que acaba en los océanos. Y éstos sí que hacen cuestionarme si realmente estamos poniendo el foco de nuestra ira en el lugar más acertado.


© www.ourworldindata.org


Los datos de 2010 nos dicen que casi la mitad de los residuos plásticos mal gestionados procedían en ese momento de CUATRO (4) países en el mundo: China, Indonesia, Sri Lanka e India. Un apunte: Sri Lankacon 21,4 millones de personas era el país causante del 5% del total del problema en ese momento. Algo que escapa a mi entendimiento. Sobre todo cuando su país vecino, India, con 1.300 millones de personas, era el país responsable del 1,88% de estos residuos. Indonesia, por su parte, se llevaba la palma en "maldad", con sus 264 millones de habitantes responsables del 10% del marrón que tenemos en nuestros mares. Estados Unidos, con sus más de 300 millones de habitantes, estaba en el 0,86%. Y cualquier país de Europa, en el año 2010, estaba por debajo de esas cifras.

Cuando lo vemos por regiones el problema empieza a tomar forma.

© www.ourworldindata.org


Otra forma de ver el problema pasa por los grandes ríos del mundo asiático, los que vertebran como siempre cualquier civilización por ser fuente natural de recursos y transporte. Son las autopistas de todos los residuos que acaban en el mar.

© www.ourworldindata.org

Vale, todo muy mal en nuestro pasado más cercano. Pero ¿cuál es la previsión para el 2025? ¿Cómo habrá incidido la presión social y mediática en los hábitos de gestión respecto al plástico? Veamos.

© www.ourworldindata.org

Pues la cosa pinta que va a seguir más o menos igual. Un dato: tanto Europa como Estados Unidos forman parte de las regiones que menos impacto tienen en la problemática del plástico en los océanos. En concreto, los países europeos se mueven en porcentajes que no llegan al 0,1% del impacto total. Y esto quiere decir dos cosas. La primera es que nuestro entorno es sensible a la movilización. Estamos comprometidos a tope y mejorando nuestra relación con el plástico y los residuos en general. Pero la segunda cosa que significa es que, viendo las cifras globales (más de 250.000 toneladas de plástico flotando ahora mismo en los océanos), me temo que lo que hacemos, que es mucho, sirve para más bien poco.

Voy a dejar a un lado el análisis la islade plástico del Pacífico. Tampoco hablaré hoy del impactode todo este plástico en la vida marina. Y tampoco lo haré acerca del impacto en nuestra propia salud. Hoy me voy a centrar en el problema que para mi es más urgente resolver: detener la hemorragia.

Una vez analizamos los datos, nos damos cuenta de que el gran coladero de plástico al mar se encuentra en países asiáticos y africanos en vías de desarrollo. Países que, antes de preocuparse por los océanos y por conceptos como reciclar o reducir, lo van a hacer por comer, huir de peligros o, simplemente, sobrevivir. No es de recibo que desde nuestra maravillosa burbuja occidental miremos a estos países y los culpabilicemos de todos nuestros males. Porque probablemente nosotros también lo somos de los suyos. Hay que conseguir cerrar las hemorragias. Conseguir que los grandes ríos asiáticos dejen de vomitar residuos al mar. Hay que conseguir que la población mundial vea en la gestión y recuperación del plástico un beneficio global que nos va a salvar a todos de una catástrofe. Porque en el fondo, nos resulta mucho más fácil (y más cómodo de llevar moralmente) centrarnos en nuestro entorno más próximo, y tratar de sacar pecho como sociedad mostrando al mundo cómo estamos demonizando el plástico, sustituyéndolo por alternativas más o menos eficientes desde el punto de vista energético y obviando una mirada mucho más amplia y crítica sobre la problemática real de la que formamos parte.

Porque después de ver los datos, después de abrir la mente durante un rato y abordar el problema en toda su globalidad, me doy cuenta de que el progreso, tanto el social como el individual, es el único remedio posible. El progreso de los países en desarrollo. El progreso de las sociedades que hoy no pueden dedicar ni tiempo ni esfuerzos a velar por el planeta. Hay que inyectar prosperidad donde sea necesario. Hay que insuflar conocimientos. Hay que aportar valor e ideas que transformen los deshechos plásticos en una oportunidad de negocio, en una forma de ganarse la vida.

El plástico no es ni bueno ni malo para el planeta. El uso y final que le damos es el que define su cometido. ¿O es que no le hemos dado un mal uso a los millones de neumáticosque yacen bajo las aguas de cualquier océano? ¿O es que no le hemos dado un mal final a los millones de bidones que guardan peligros potenciales bajo el mar? Hemos hundido barcos, petroleros, plataformas petrolíferas, aviones... Todo lo que va al mar es dañino. El objetivo para los próximos años debería ser tapar la hemorragia. Y la herida no está en las bolsas de plástico del supermercado de tu calle. Ni en las pajitas de refresco que usas y tiras. Nada de eso acaba en el mar. Está en los grandes ríos que recorren los continentes cargados de residuos de todo tipo.

Algo hay que hacer, pero sabiendo dónde actuar. Porque una cosa está clara: la industria del plástico sigue incansablemente volcada en su fase de crecimiento. Y si no conseguimos digerir y recuperar todo lo que se genera, tardaremos menos de lo que parece en ser literalmente devorados por sus efectos.


© Grand View Research