26 Jan
26Jan

Hay un momento en la película de Charles Chaplin “Tiempos Modernos” en el que vemos a éste genio del cine en una cadena de producción, escena que se convirtió al instante en clásica. En esta escena, Chaplin se afana en apretar unas tuercas que pasan rápidamente por una cinta imparable. Sintiéndose incapaz de finalizar su tarea a tiempo (la cinta va muy rápido) acaba literalmente devorado por la gran máquina que lo engulle.

Para mi esta escena representa la incapacidad de asimilar todo lo que viene de forma incesante.

Hoy, la tecnología empuja de forma muy violenta el futuro hacia el presente. Y del mismo modo, la distancia entre el presente y el pasado es cada vez más grande. La forma en la que los consumidores adoptan nuevas tecnologías, nuevos hábitos de consumo o transforman las reglas del juego (si eres taxista o hotelero sabes de lo que hablo) es casi obscena. No hay piedad para nada ni para nadie. El comercio tradicional se va al garete. Grandes sectores tiemblan porque ven su realidad transformarse muy a pesar suyo. Y en este contexto, sólo algunos tienen la capacidad de “verlas venir”. Los que son capaces de imaginarse una realidad que no existe, que todavía no ha llegado, son los que consiguen avanzarse y encontrar soluciones a problemas que todavía no lo son. Son los que han decidido instalarse mentalmente en el futuro. Y que a veces vuelven al presente para contarlo.

Hoy la creatividad debe ser exponencial. Por la simple razón de que la vida lo es. Nuestra profesión lo es. Y los cambios en el consumidor también lo son. La innovación se ha convertido en una pieza esencial, tanto para los departamentos de marketing como para las agencias de comunicación.

Aquí van 4 claves para asomar la cabeza a un futuro inmediato:

  • Leer mucho sobre muchas cosas. Hoy todo influye en todo. La neurociencia influye en el marketing de la misma forma en que la nanotecnología influye en la industria textil o la impresión 3D influye en la medicina. Si queremos ver un poco más allá habrá que tener en cuenta muchas cosas y cómo se relacionan entre ellas.
  • Hacer volar la imaginación sin dejar de tener los pies en el suelo. Es fácil perder el oremus y pasarse al lado oscuro de la ciencia ficción. Cuando dejas de tener en cuenta cosas como el sentido común, o el sentido del ridículo (por ejemplo), la imaginación empieza a llevarte a una realidad que no existirá nunca, y desde la cual nunca podrás sacar aprendizajes que puedas aplicar en el presente. Tener muy en cuenta cosas como la conducta humana, las emociones, la importancia del individuo y del grupo, los valores inamovibles o simplemente la lógica, nos van a ser de gran utilidad de cara a dibujar un escenario en el que las hipótesis sean lo más sólidas posibles.
  • Iluminar el camino. Una idea exponencial será difícil de vender en tanto que no seamos capaces de contar una historia. La historia de cómo hemos llegado a la conclusión de que habrá un problema que habrá que resolver. Cuanto más sólido sea el relato, más obvia será la necesidad de resolverlo. Y más valor tendrá nuestra idea.
  • El futuro se construye. Los que nos cuentan cómo viviremos dentro de pocos años, consiguen que ese futuro sea más real que nunca por el mero hecho de contarlo. Cuando un par de locos nos contaban hace años que eso de conducir coches se iba a acabar, lo que consiguieron fue instalarnos una idea en la cabeza. Una idea que poco a poco, como si de un camino de antorchas se tratara, ha ido cobrando consistencia, hasta el punto en el que hoy, aunque eso todavía no sea una realidad, vemos claro el camino.

Es un momento apasionante. Un momento para pensar a lo grande. Es un momento, sobre todo, en el que la creatividad será más relevante que nunca. Y lo será todavía más. De una forma exponencial.

© Bernat Sanromà